Todas las personalidades de yo, tienen una historia para contar
Posiblemente historias tristes.
Sin embargo las alegres siempre saltan de una u otra forma.
Van saltando de boca en boca; de generación en generación.
Recuerdo la historia de los sapos.
Cuando niña, en vacaciones, iba a la casa de mis abuelos.
Mis abuelos vivían en el interior del interior de Formosa.
Tenían una chacra, autosuficiente, tenían todo en la casa.
Para ir al baño, teníamos que correr una cuadra,
porque en ese entonces se acostumbraba a tener el baño muy lejos de la casa.
Detrás del baño, había tres cruces negras, sabe Dios de cuando y de quién.
Solamente siempre estuvieron.
Esas cruces daban miedo, un gran miedo.
Y para evitar pensar en ellas, hablaban con los sapos,
les hablaba alto y claro para que me escucharan y me entendieran.
Los sapos eran inmensos, gigantescos.
Me miraban con sus ojos enigmáticos y comprendían todo.
Nunca tuve miedo porque ellos estaban ahí y yo o sabía.
1 comentario:
Veo que eras muy sabia y valiente.
Publicar un comentario