Miró por el ojo de la cerradura
allí quedó por horas, clavada detrás de la puerta de su casa.
Había oído las habladurías del vulgo
.y sin embargo no lo creía posible.
No después de la última conversación,
que en su momento había tenido con él.
Manuela, no esperaba la visita tan pronto,
quedó estupefacta al ver la escena,
El frío arreciaba las calles del barrio,
la nieve negra, cubría el asfalto,
nadie atinaba a dar un paso hacia afuera
El miedo se olía a distancia,
cualquiera lo podía sentir.
Más ella, que vivía del temor de la gente,
sabía, lo cerca que estaba de él.
La curiosidad pesaba mas que el respeto,
hacia un ser vivo
aún más si era un conocido, tan cercano y amado.
Las lágrimas caían sin parar,
nada contenía los sollozos.
nadie podía remediar lo acontecido aquí
ni siquiera ella, la bruja del pueblo.
Al fin bajó los párpados, la muerte se cobró una
vida más.
Era tan doloroso y tan inútil a la vez el sufrimiento,
causado por el fallecimiento.
El tiro fue certero, entre ceja y ceja
aún así, muerto el perro se acabó la rabia.
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