Este día gris azulado, de nubes pesadas y sol perdido
Seremos muchos los que vamos a dormir una siesta de dioses.
Me dijiste que por mi... No ibas a cambiar... Ibas a seguir siendo igual Ibas a seguir siendo igual
Este día gris azulado, de nubes pesadas y sol perdido
Seremos muchos los que vamos a dormir una siesta de dioses.
Mis ojos mienten cuando la velada se hace muy larga
Mis labios se muerden de tantos deseos acumulados en el tiempo
Mis dedos tiemblan por querer rozar un segundo la piel...tu piel
Mi corazón se acelera de solo pensarlo y se dispara hacia el infinito
Mi mente regula mis pensamientos y solo te quieren a vos
Podría haber sido peor el no sentir este amor inconcluso
Podría haber muerto antes de pensarte
Podría haber pasado a tu lado y no reconocer tu aroma
Pero aquí estoy...amándote.
.
No...no es fácil esta rara vida, dónde todo parece ser abstracto, tan fuera de mí, tan loco
La respuesta está en mi...dicen las bocas llenas de qué sabe qué
Porque los qué sabe qué se transforman a cada momento, se mueren o se van por un rato
Algún día lloverán los globos que una vez subieron con tanta ilusión
Y los paraguas vestidos de negro, desaparecerán en el espacio, como si fueran globos con cartitas de esperanzas
Serán tuyo o míos tal vez
La pregunta es...¿ adónde van los besos que no fueron?
Creo que...se quedan dando vueltas hasta encontrar unos labios rojos y ansiosos de amor.
Los habitantes del pequeño pueblo, ubicado al pie de las montañas del sur de la región de los dragones,
Vivian con tranquilidad y felicidad, sabiéndoosle cuidados por un ser invisible (según ellos).
No le temían a los ogros, ni a los traficantes de sueños y menos a los ladrones de cristales rojos.
Cuánto más rápido pasaba el tiempo, más larga era la vida de este guardián.
Cuánto más enemigos había cerca de las montañas, en cuyo interior se escondía el tesoro, más vigilaba, más vueltas daba el dragón, rodeando por completo las viviendas de los humanos que residían en su jurisdicción.
Nunca lo habían visto y sin embargo sabían de su existencia.
Todos los atardeceres ofrendaban a su protector con frutas recolectados en el huerto comunitario, que había sido sembrado solo para nuestro amigo dragón montañés.
La vida transcurría placida para todos.