En la mañana temprano, salgo afuera de la cabaña de piedra y me encuentro con todos los pájaros.
Tomo vuelo y me voy por encima de las nubes...tan cerca del sol.
Me caen algunas gotas y mis senos se convierten etéreas sensaciones.
Es tan fácil caer en la certeza de, qué hacemos y sentimos, es el verdadero sentido de lo real y al mirar desde lo alto, te das cuenta de lo imbécil que eres.
Me doy cuenta, con mis antojos veo la velocidad del envejecimiento de mi cuerpo.
Pienso que la mente permanece joven y me tranquilizo.
La mañana,
la casita en la lomada,
la lluvia,
y yo, con la soledad acompañada.
Puede que me ponga a silbar cuando el viento venga.
Saber que alguien respira del otro lado calma mis miedos.
Acá...están todos muertos.
Yo, permanezco dormida bajo el algarrobo.
Cierro los ojos y veo la ventana que se desvanece, en su lugar aparecen flores violetas, pequeñas, hermosas.
¿Son mías esas flores?
Las flores son mías de verdad y poco a poco van abarcando todo el espacio.