Un grito aterrador rompió en pedazos la siesta del pueblo.
Al payaso de la plaza principal le dejó congelada su sonrisa.
Las mujeres trabaron sus lenguas y los hombres se concentraron en el lugar.
¡Los niños...los niños no están!
Alguien pidió que sacaran las armas, cualquier cosa con que defenderse.
La locura se apoderó de todos.
Los niños habían desaparecidos.
Sin dejar huellas aparentes.
Las personas empezaron a mirarse con desconfianza una a la otra.
Nadie se reconocía como miembro del pueblo.
El ataque comenzó, todos contra todos.
Una encarnizada lucha con machetes, escobas, tridentes y un rifle mató a todos.
El rifle estaba siendo usado por una persona cuya misión era exterminar...matar...aniquilar y desaparecer, sin embargo un tridente se clavó en su pecho, partiéndolo en dos.
Al del tridente le parieron la cabeza con una piedra.
Al final nadie sabe por qué pero todos murieron.
Cuando los niños volvieron, no podían, no sabían que hacer.
Ellos solo se habían reunido en la orilla del río a mirar a los peces de colores que habían llegado del mar.
Ellos quedaron allí.
Olvidados.
Salvajes.
Así crecieron y así se multiplicaron.
Sin ley.
2 comentarios:
Espero que no repitan la historia.
Excelente. Una versión de "El señor de las moscas" acorde a nuestras playas.
Saludos,
J.
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