El primero que lo vio todo fue el indiecito Illapa.
Pero nadie le quiso creer.
El vio cuando llegaron los hombres y vio cuando colocaron detrás de las casas,
unos aparatos que él nunca había visto antes y que le daban mucho miedo,
uno de este lado y el otro de aquel lado de la plaza.
Y tenía razón de tener miedo, ¡porque eran cañones!
Pero el indiecito no lo sabía.
También le asustaban un poco los caballos que traían los blancos y que él tampoco había visto antes. Pero no lo asustaban tanto como los cañones; porque eran unos animales muy simpáticos y parecían ser muy buenos, ya que que los hombres estaban montados en ellos.
Illapa se acercó despacito, sin que lo vieran. No entendía nada de lo que los extraños hablaban. Pero estaba seguro de que aquello no era bueno para su gente. Lo sabía. ¡Lo sabía! Y escapó de allí corriendo, veloz, velocisimo-Por algo le llamaban Illapa que quiere decir rayo-.Corrió, corrió para contar lo que había visto, pero todos estaban muy ocupados. Nadie podía escucharlo.
Todo el pueblo estaba reunido frente a la plaza.
Y los soldados y los altos jefes indios haciendo guardia de honor para que pasara Atahualpa, el emperador de los Incas. Porque según escuchó Illapa, recibirá allí mismo a Pizarro, el jefe blanco, y a su gente para saber que querían en sus tierras.
El indiecito quiso contarles que detrás de las casas había visto cosas muy raras, animales desconocidos. Quiso contarles también que los hombres en sus manos armas-porque seguro que eran armas-,que ellos, los Incas, no habían visto jamás.
Pero nadie le escuchó...
Continuará...
Curioseando en la caja de libros guardados de mi Ñaku encontré esta leyenda Quechua, me gustó tanto que quise compartirlo. Espero, les guste.
2 comentarios:
Preciosa leyenda que nos advierte de la necesidad de escuchar.
Un saludo.
Sí, me encantó la leyenda.
Gracias por compartir.
Te dejo saludos argentinos,
Sergio.
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