Era una noche blanca con el cielo perforado de estrellas.
El silencio rompía tímpanos, de todos los allí presentes.
Parecía un cuadro inanimado, ella estaba muy inquieta.
Recostada en la ladera, la lomada dormía.
Quiso gritar, no pudo dominar emociones.
Se largó a llorar silenciosamente.
Se abrazó muy fuerte.
Miró la lejanía.
Y volando.
Partió.
2 comentarios:
A veces yo también partiría...
Nada peor que el silencio cuando hay tanto para decir/se.
Saludos,
J.
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